Esta mañana, el expresidente de Francia, Nicolas Sarkozy, ingresó a la prisión de máxima seguridad de La Santé, en el centro de París, para cumplir una condena de cinco años por asociación ilícita y financiación ilegal.  

En septiembre pasado, un tribunal parisino le impuso la sentencia por participar en una operación para captar fondos no declarados del régimen del dictador libio Muammar Gadafi, asesinado en 2011, para financiar la campaña electoral que lo llevó al poder en 2007.  

De esta forma, Sarkozy, de 70 años, se convirtió en el primer exjefe de Estado francés encarcelado desde el fin de la Segunda Guerra Mundial, cuando Philippe Pétain acabó tras las rejas por apoyar a la Alemania nazi. También es el primer líder en la historia de la Unión Europea en pisar la cárcel.  

Sin embargo, su estancia en prisión podría ser breve, ya que al quedar oficialmente preso, sus abogados pueden solicitar su libertad condicional, como lo permite la legislación francesa a los presos de edad avanzada, recurso que debe ser resuelto en un plazo de dos meses.  

Por cuestiones de seguridad y para evitar el contacto con otros detenidos, el exmandatario permanecerá recluido en una unidad de aislamiento diseñada para presos de alto perfil, en condiciones que incluyen una celda individual de nueve metros cuadrados, ducha privada y acceso restringido a teléfono y televisión. También podrá salir al patio una hora al día y recibir la visita de sus familiares tres veces a la semana.  

Esta condena no es la primera contra el conservador. A inicios de año portó una tobillera electrónica y suma otras dos sentencias por corrupción, tráfico de influencias y financiación ilegal de campaña en 2012.