A 41 años de su fallecimiento, El Enmascarado de Plata sigue siendo el máximo referente de la lucha libre mexicana, con un legado imborrable que aún hace vibrar el cuadrilátero.
Un 5 de febrero de 1984, Rodolfo Guzmán Huerta, mejor conocido como ‘El Santo’, sufrió un infarto al miocardio seguido de una presentación en el Teatro Blanquita en la Ciudad de México, a los 66 años de edad.
Nacido rudo — un 23 de septiembre de 1977 — , pero con el tiempo tornándose técnico, Guzmán luchó bajo diversos nombres antes de convertirse en Santo, haciendo su primera aparición en la Arena México como tal un 26 de abril de 1942 y su talento fue acompañado por una fama sin precedente.
«La imagen de El Santo comenzó a popularizarse de manera comercial en revistas y películas. El Enmascarado de Plata luchaba contra los malos, estaba del lado de la justicia. (La afición de) los niños hicieron que cambiara mi idea», compartió en una ocasión Santo sobre su cambio de bando, de rudo a técnico.
Su estilo, agilidad y gran técnica lo hicieron uno de los favoritos de la afición mexicana, hasta que se convirtió en un ícono de la cultura popular en los años cincuenta, con sus apariciones en historietas y por primera vez en la pantalla grande con la película Santo contra el Cerebro del Mal (1958).
Sería la primera de 52 películas que filmó, en las cuales se convirtió en el gran héroe que luchó contra zombies, vampiros, extraterrestres y monstruos; en ocasiones uniendo fuerzas con otro ídolo de la época como Blue Demon.
A nivel nacional fue campeón de peso semicompleto, cuatro veces campeón de peso medio, dos veces campeón de peso welter y tres veces campeón de Parejas de la Arena México. Mientras que en cuatro ocasiones se proclamó campeón mundial de peso medio y dos veces campeón mundial de peso Welter.
Nunca perdió la máscara en el cuadrilátero, en cambio, despojó a 18 luchadores de su máscara y 19 cabelleras. Fue hasta el 25 de enero de 1984 — mismo año de su fallecimiento — que durante una emisión del programa Contrapunto, conducido por Jacobo Zabludovsky, dejó entrever su rostro, aunque siempre sostuvo que «nunca se quitó la máscara».
«El Santo no se quitó la máscara, esto fue un segundo en lo que él se levantó la máscara y él nunca se imaginó que congelaran la imagen», expresó tiempo después El Hijo del Santo en una entrevista.
Al día de hoy, la imagen del Santo aún vive en la Arena México, los alrededores de la Ciudad de México y permanece como uno de los referentes de la cultura mexicana a lo largo del país y a nivel internacional.
Por Jimmy Gómez Torres e imagen de Jaime Gómez Torres/ACIR Deportes
