Un pilar estratégico de crecimiento para la NBA pero también un peligro para el prestigio de la competición y su impacto social. FanDuel y DraftKings como socios prioritarios. Jugadores y entrenadores levantando la voz y una investigación abierta por un posible escándalo. Así es la relación de la NBA con las apuestas deportivas, un espinoso asunto que salpica el presente y el futuro de la mejor liga de baloncesto del planeta.
“Algunos de esos apostadores deportivos consiguieron mi número de teléfono y me enviaron mensajes de texto locos sobre dónde vivo, mis hijos y todo eso. Este un juego peligroso y es una fina línea sobre la que estamos caminando, sin duda”, advirtió en marzo J.B. Bickerstaff, entrenador de los Cleveland Cavaliers.
Tyrese Haliburton (Indiana Pacers) reconoció también el pasado mes que a veces se ve solo como “atrezo” para el negocio de las apuestas, Rudy Gobert (Minnesota Timberwolves) aseguró que las apuestas “están dañando” el baloncesto, Jayson Tatum (Boston Celtics) admitió que se siente “mal” cuando la gente pierde dinero por culpa de su rendimiento y P.J. Tucker (Los Angeles Clippers) dijo que es “una locura” y “un problema” escuchar a los fans en el estadio “gritar a los jugadores por sus apuestas”.
No obstante, el aviso más serio hasta el momento llegó el 25 de marzo cuando la cadena ESPN informó que la NBA tiene abierta una investigación a Jontay Porter (Toronto Raptors) por irregularidades en apuestas sobre su rendimiento individual en dos partidos el 26 de enero y el 20 de marzo.
En ambos encuentros, Porter dejó la pista a los pocos minutos por problemas físicos y en ambos se detectó una ganancia extraordinaria por apostar al “under”, es decir, por jugarse dinero a que este jugador no llegaría a ciertas estadísticas de puntos, rebotes, etc.
Radiografía de un órdago
En 2021, la NBA anunció la extensión de su acuerdo con FanDuel, con quien empezó a colaborar en 2014, y con DraftKings, cuya relación comenzó en 2019, como “socios cooficiales de la NBA en apuestas deportivas”.
Como ejemplo, DraftKings es un gigante del sector que cotiza en bolsa y que en 2023 tuvo unos ingresos de 3,665 millones de dólares frente a los 2,240 millones que registró en 2022. La compañía acabó 2023 con 802 millones de pérdidas, pero al final de 2024 espera tener unos beneficios antes de intereses e impuestos de hasta 510 millones.
Tanto DraftKings como FanDuel han aprovechado y fomentado el cambio en el paradigma del juego: de la imagen tradicional de los casinos en Las Vegas a las apuestas deportivas por móviles e internet.
En este sentido, la Asociación de Apuestas de EE.UU. (AGA) explica que se pueden hacer apuestas deportivas de forma legal en 38 estados de EE.UU. además del Distrito de Columbia después de que el Tribunal Supremo acabara en 2018 con la prohibición federal que existía para las apuestas deportivas con la excepción de Nevada.
Las cifras según AGA son exorbitantes: casi 120.000 millones de dólares se apostaron en 2023, lo que marcó un 27,8 % de incremento respecto a 2022.
Ese descomunal negocio no incluye a los dos estados más poblados del país, California y Texas, donde no son legales esas apuestas. También está fuera Georgia, uno de los diez estados con más habitantes.
Sí se puede apostar en gigantes demográficos como Nueva York, donde en menos de diez minutos, con un puñado básico de datos personales y una tarjeta bancaria se puede crear una cuenta en DraftKings desde el móvil.
Equilibrios sobre una delgada y peligrosa cuerda
Con esas descomunales cifras de negocio está claro por qué la NBA, con su comisionado Adam Silver al frente, y otras grandes ligas de EE.UU. se han arrimado en los últimos años a la multimillonaria industria de las apuestas deportivas.
Pero la lista de posibles efectos nocivos, especialmente en una liga como la NBA que se precia de ser ejemplarizante en asuntos sociales como la lucha contra el racismo, es larguísima y muy preocupante: dudas sobre la limpieza de la competición, adicciones al juego, problemas de salud mental, vínculos con actividades criminales, presiones y acoso sobre jugadores o árbitros, etc.
La propia NBA juega a ser equilibrista ya que el mes pasado anunció que NBA League Pass, su plataforma de streaming, incluirá opciones para apostar en directo mientras se ven los partidos.
En otro sentido, el último convenio colectivo de la NBA permite a los jugadores invertir en compañías de apuestas (hasta un 1%) y promocionar empresas de juego sin hacer explícitamente publicidad de apuestas relacionadas con la NBA.
Los movimientos en esta dirección en la NBA no dejan de sucederse. Mark Cuban, el famoso propietario de los Mavericks, cerró el año pasado la venta de la franquicia a la familia Adelson, una familia de magnates del juego. ¿Qué aparece en el horizonte? El sueño de Cuban de construir un estadio-casino en Dallas dentro de un Texas en el que el juego sea legal.
Por otro lado, no hay que rebuscar mucho en el baúl de los recuerdos para rescatar escándalos de apuestas en la NBA. Por ejemplo, el colegiado Tim Donaghy fue condenado en 2008 a 15 meses de cárcel tras admitir su participación en una trama de apuestas que incluía partidos que le había tocado arbitrar.
Pero la alargada sombra del juego también se asoma por otras esquinas: la NCAA pidió recientemente que se prohíban las prop bets (apuestas sobre aspectos de un partido más allá del resultado) y Shohei Ohtani, la estrella más importante del béisbol en la actualidad, despidió recientemente a su traductor y dijo ser la “víctima” de un robo por el que hasta 4.5 millones de dólares de las cuentas bancarias del prodigio japonés fueron a parar a un corredor de apuestas ahora investigado por autoridades federales.
Con información de EFE e imagen de ArturVerkhovetskiy / Depositphotos.com