Por: Rocío Brauer.
En la última década, las redes sociales se han convertido en una parte esencial del mundo deportivo. Plataformas como Instagram, Twitter, TikTok y Facebook permiten a los atletas construir su marca personal, interactuar con sus seguidores y compartir sus logros en tiempo real. Sin embargo, detrás de este aparente beneficio, se esconde una realidad preocupante: la correlación entre el uso de redes sociales y el aumento de problemas de salud mental, en particular la depresión, en los deportistas. A medida que sus vidas se exponen al escrutinio del público global, el peso de la presión digital se convierte en una carga tan desafiante como el trabajo físico y competitivo en sus respectivos deportes.
Las redes sociales han revolucionado la manera en que consumimos y vivimos el deporte. Los atletas ya no son simplemente figuras que vemos en competencias televisadas; ahora son personas “al alcance de la mano”. Las plataformas digitales les permiten compartir momentos personales, promover causas y acercarse a sus fanáticos de forma directa. Sin embargo, esta cercanía virtual no siempre es positiva.
Deportistas de alto perfil como Simone Biles, Naomi Osaka o Paul Pogba han hablado abiertamente sobre los efectos de la exposición pública constante y el impacto de los comentarios negativos en su salud mental. Por cada mensaje de apoyo de un seguidor, hay críticas implacables sobre su desempeño, ataques personales o expresiones de odio que pueden erosionar su autoestima. En un estudio reciente publicado por la revista Cyberpsychology, Behavior, and Social Networking, se encontró que los atletas con una alta presencia en redes sociales son significativamente más propensos a experimentar síntomas relacionados con ansiedad, estrés y depresión, en comparación con aquellos que no interactúan de manera constante en estas plataformas. Además, al vivir bajo el lente constante de la opinión pública, los deportistas están sometidos a una presión artificialmente amplificada. Sus errores, ya sean en el terreno de juego o fuera de él, se magnifican. Situaciones que podrían olvidarse en un contexto sin redes sociales se convierten en narrativas virales que permanecen en línea indefinidamente, lo que dificulta su recuperación emocional.
Otro impacto significativo de las redes sociales en el ámbito deportivo es la consolidación de una cultura de “éxito idealizado”. Las publicaciones tienden a destacar únicamente los momentos de victoria: trofeos, medallas, celebraciones y una aparente vida perfecta. Este fenómeno, donde se glorifican los logros y se omiten los obstáculos, puede resultar dañino tanto para los propios atletas que suben esas imágenes como para otros deportistas que consumen ese contenido.
Para los atletas jóvenes o en formación, estas comparaciones pueden generar un constante sentimiento de insuficiencia y una presión insoportable de alcanzar estándares irreales. Incluso para los deportistas de élite, el deseo de proyectar una imagen positiva en redes puede acentuar sus inseguridades, ya que sienten que deben desempeñar un papel determinado frente a sus seguidores, incluso cuando atraviesan momentos difíciles en su vida profesional o personal.
Ante este panorama, en el ámbito del deporte se comienza a reconocer que el bienestar mental debe tener la misma prioridad que la salud física y el rendimiento profesional. Equipos y organizaciones deportivas están implementando estrategias para abordar los peligros de las redes sociales, como programas de educación digital, talleres sobre herramientas de salud mental y asesoramiento especializado. Por ejemplo, algunos clubes de fútbol europeo han prohibido temporalmente el uso de redes sociales a sus jugadores en períodos sensibles, como después de derrotas importantes, para protegerlos del impacto inmediato de las críticas en línea. Además, las asociaciones deportivas están empleando psicólogos especializados para trabajar con los deportistas en la gestión emocional y el manejo del estrés derivado de la hiperexposición mediática. Al mismo tiempo, la alfabetización digital se posiciona como una herramienta crucial. Enseñar a los atletas a equilibrar su presencia en las redes sociales, a discernir las opiniones constructivas de las destructivas y a proteger su bienestar emocional es clave para sobrevivir en esta exposición digital. Asimismo, las plataformas de social media también deben asumir una responsabilidad mayor, desarrollando políticas más estrictas contra el abuso y herramientas que faciliten la moderación de contenido.
Simone Biles, campeona olímpica de gimnasia, y Naomi Osaka, tenista ganadora de múltiples grand slams, son dos de las figuras que han protagonizado momentos cruciales en la visibilización de este problema. Ambas han pausado sus respectivas carreras en algún momento para priorizar su salud mental, citando el impacto negativo de las críticas en redes sociales como uno de los factores contribuyentes. El caso de Biles es especialmente icónico, ya que durante los Juegos Olímpicos de Tokio 2020 (realizados en 2021), se retiró de varias competiciones debido a problemas psicológicos, lo que generó una ola de discusiones sobre la presión que enfrentan los deportistas de alto rendimiento. Aunque recibió un gran apoyo, tampoco faltaron detractores en redes sociales que cuestionaron su compromiso. Este tipo de ataques ilustra porqué los deportistas deben asumir un doble rol: Rendir al máximo en el campo, mientras lidian con el tribunal público de las plataformas digitales.
Aunque las redes sociales no son intrínsecamente dañinas, su mal manejo puede amplificar los desafíos emocionales que enfrentan los deportistas. Combatir esta problemática requiere un esfuerzo conjunto: capacitaciones y acompañamiento emocional para los atletas, reformas en las políticas de las plataformas sociales y un cambio cultural que fomente el respeto y la empatía hacia quienes están bajo la mirada pública.
En suma, los deportistas son mucho más que su desempeño en la cancha o los números en sus redes sociales. Son personas que, como cualquier otra, también necesitan espacio para equivocarse, reflexionar y, sobre todo, cuidar de su bienestar mental, sin que eso sea el precio por el éxito frente a millones de seguidores en línea.
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